à ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà, òÂáÇã öÀìÅí ãÌÄé-ãÀäÇá, øåÌîÅäÌ àÇîÌÄéï ùÑÄúÌÄéï, ôÌÀúÈéÅäÌ àÇîÌÄéï ùÑÄú; àÂ÷ÄéîÅäÌ áÌÀáÄ÷ÀòÇú ãÌåÌøÈà, áÌÄîÀãÄéðÇú áÌÈáÆì.
|
1 EL rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, la altura de la cual era de sesenta codos, su anchura de seis codos: levantóla en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.
|
á åÌðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà ùÑÀìÇç ìÀîÄëÀðÇùÑ ìÇàÂçÇùÑÀãÌÇøÀôÌÀðÇéÌÈà ñÄâÀðÇéÌÈà åÌôÇçÂåÈúÈà àÂãÇøÀâÌÈæÀøÇéÌÈà âÀãÈáÀøÇéÌÈà ãÌÀúÈáÀøÇéÌÈà, úÌÄôÀúÌÈéÅà, åÀëÉì, ùÑÄìÀèÉðÅé îÀãÄéðÈúÈà--ìÀîÅúÅà ìÇçÂðËëÌÇú öÇìÀîÈà, ãÌÄé äÂ÷Åéí ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà.
|
2 Y envió el rey Nabucodonosor á juntar los grandes, los asistentes y capitanes, oidores, receptores, los del consejo, presidentes, y á todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen á la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.
|
â áÌÅàãÇéÄï îÄúÀëÌÇðÌÀùÑÄéï àÂçÇùÑÀãÌÇøÀôÌÀðÇéÌÈà ñÄâÀðÇéÌÈà åÌôÇçÂåÈúÈà àÂãÇøÀâÌÈæÀøÇéÌÈà âÀãÈáÀøÇéÌÈà ãÌÀúÈáÀøÇéÌÈà úÌÄôÀúÌÈéÅà, åÀëÉì ùÑÄìÀèÉðÅé îÀãÄéðÈúÈà, ìÇçÂðËëÌÇú öÇìÀîÈà, ãÌÄé äÂ÷Åéí ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà; å÷àîéï (åÀ÷ÈéÀîÄéï) ìÈ÷ÃáÅì öÇìÀîÈà, ãÌÄé äÂ÷Åéí ðÀáËëÇãÀðÆöÌÇø.
|
3 Fueron pues reunidos los grandes, los asistentes y capitanes, los oidores, receptores, los del consejo, los presidentes, y todos los gobernadores de las provincias, á la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado: y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.
|
ã åÀëÈøåÉæÈà, ÷ÈøÅà áÀçÈéÄì: ìÀëåÉï àÈîÀøÄéï òÇîÀîÇéÌÈà, àËîÌÇéÌÈà åÀìÄùÌÑÈðÇéÌÈà.
|
4 Y el pregonero pregonaba en alta voz: Mándase á vosotros, oh pueblos, naciones, y lenguas,
|
ä áÌÀòÄãÌÈðÈà ãÌÄé-úÄùÑÀîÀòåÌï ÷Èì ÷ÇøÀðÈà îÇùÑÀøåÉ÷ÄéúÈà ÷éúøñ (÷ÇúÀøÉñ) ùÒÇáÌÀëÈà ôÀñÇðÀúÌÅøÄéï, ñåÌîÀôÌÉðÀéÈà, åÀëÉì, æÀðÅé æÀîÈøÈà--úÌÄôÌÀìåÌï åÀúÄñÀâÌÀãåÌï ìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà, ãÌÄé äÂ÷Åéí ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà.
|
5 En oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado:
|
å åÌîÇï-ãÌÄé-ìÈà éÄôÌÅì, åÀéÄñÀâÌËã--áÌÇäÌ-ùÑÇòÂúÈà éÄúÀøÀîÅà, ìÀâåÉà-àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà.
|
6 Y cualquiera que no se postrare y adorare, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiendo.
|
æ ëÌÈì-÷ÃáÅì ãÌÀðÈä áÌÅäÌ-æÄîÀðÈà ëÌÀãÄé ùÑÈîÀòÄéï ëÌÈì-òÇîÀîÇéÌÈà ÷Èì ÷ÇøÀðÈà îÇùÑÀøåÉ÷ÄéúÈà ÷éúøñ (÷ÇúÀøÉñ) ùÒÇáÌÀëÈà, ôÌÀñÇðÀèÅøÄéï, åÀëÉì, æÀðÅé æÀîÈøÈà--ðÈôÀìÄéï ëÌÈì-òÇîÀîÇéÌÈà àËîÌÇéÌÈà åÀìÄùÌÑÈðÇéÌÈà, ñÈâÀãÄéï ìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà, ãÌÄé äÂ÷Åéí, ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà.
|
7 Por lo cual, en oyendo todos los pueblos el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, todos los pueblos, naciones, y lenguas, se postraron, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
|
ç ëÌÈì-÷ÃáÅì ãÌÀðÈä áÌÅäÌ-æÄîÀðÈà, ÷ÀøÄáåÌ âÌËáÀøÄéï ëÌÇùÒÀãÌÈàÄéï; åÇàÂëÇìåÌ ÷ÇøÀöÅéäåÉï, ãÌÄé éÀäåÌãÈéÅà.
|
8 Por esto en el mismo tiempo algunos varones Caldeos se llegaron, y denunciaron de los Judíos.
|
è òÂðåÉ, åÀàÈîÀøÄéï, ìÄðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, îÇìÀëÌÈà: îÇìÀëÌÈà, ìÀòÈìÀîÄéï çÁéÄé.
|
9 Hablando y diciendo al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive.
|
é àðúä (àÇðÀúÌÀ) îÇìÀëÌÈà, ùÒÈîÀúÌÈ èÌÀòÅí, ãÌÄé ëÈì-àÁðÈùÑ ãÌÄé-éÄùÑÀîÇò ÷Èì ÷ÇøÀðÈà îÇùÑÀøÉ÷ÄéúÈà ÷éúøñ (÷ÇúÀøÉñ) ùÒÇáÌÀëÈà ôÀñÇðÀúÌÅøÄéï åñéôðéä (åÀñåÌôÌÉðÀéÈä), åÀëÉì æÀðÅé æÀîÈøÈà--éÄôÌÅì åÀéÄñÀâÌËã, ìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà.
|
10 Tú, oh rey, pusiste ley que todo hombre en oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, se postrase y adorase la estatua de oro:
|
éà åÌîÇï-ãÌÄé-ìÈà éÄôÌÅì, åÀéÄñÀâÌËã--éÄúÀøÀîÅà, ìÀâåÉà-àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà.
|
11 Y el que no se postrase y adorase, fuese echado dentro de un horno de fuego ardiendo.
|
éá àÄéúÇé âÌËáÀøÄéï éÀäåÌãÈàéÄï, ãÌÄé-îÇðÌÄéúÈ éÈúÀäåÉï òÇì-òÂáÄéãÇú îÀãÄéðÇú áÌÈáÆì, ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ, åÇòÂáÅã ðÀâåÉ--âÌËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ, ìÈà-ùÒÈîåÌ òìéê (òÂìÈêÀ) îÇìÀëÌÈà èÀòÅí, ìàìäéê (ìÅàìÈäÈêÀ) ìÈà ôÈìÀçÄéï, åÌìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà ãÌÄé äÂ÷ÅéîÀúÌÈ ìÈà ñÈâÀãÄéï. {ñ}
|
12 Hay unos varones Judíos, los cuales pusiste tú sobre los negocios de la provincia de Babilonia; Sadrach, Mesach, y Abed-nego: estos varones, oh rey, no han hecho cuenta de ti; no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro que tú levantaste.
|
éâ áÌÅàãÇéÄï ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, áÌÄøÀâÇæ åÇçÂîÈà, àÂîÇø ìÀäÇéÀúÈéÈä, ìÀùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ; áÌÅàãÇéÄï âÌËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ, äÅéúÈéåÌ ÷ÃãÈí îÇìÀëÌÈà.
|
13 Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen á Sadrach, Mesach, y Abed-nego. Al punto fueron traídos estos varones delante del rey.
|
éã òÈðÅä ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, åÀàÈîÇø ìÀäåÉï, äÇöÀãÌÈà, ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ: ìÅàìÈäÇé, ìÈà àÄéúÅéëåÉï ôÌÈìÀçÄéï, åÌìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà ãÌÄé äÂ÷ÅéîÆú, ìÈà ñÈâÀãÄéï.
|
14 Habló Nabucodonosor, y díjoles: ¿Es verdad Sadrach, Mesach, y Abed-nego, que vosotros no honráis á mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
|
èå ëÌÀòÇï äÅï àÄéúÅéëåÉï òÂúÄéãÄéï, ãÌÄé áÀòÄãÌÈðÈà ãÌÄé-úÄùÑÀîÀòåÌï ÷Èì ÷ÇøÀðÈà îÇùÑÀøåÉ÷ÄéúÈà ÷éúøñ (÷ÇúÀøÉñ) ùÒÇáÌÀëÈà ôÌÀñÇðÀúÌÅøÄéï åÀñåÌîÀôÌÉðÀéÈä åÀëÉì æÀðÅé æÀîÈøÈà úÌÄôÌÀìåÌï åÀúÄñÀâÌÀãåÌï ìÀöÇìÀîÈà ãÄé-òÇáÀãÅú, åÀäÅï ìÈà úÄñÀâÌÀãåÌï, áÌÇäÌ-ùÑÇòÂúÈà úÄúÀøÀîåÉï ìÀâåÉà-àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà; åÌîÇï-äåÌà àÁìÈäÌ, ãÌÄé éÀùÑÅéæÀáÄðÀëåÉï îÄï-éÀãÈé.
|
15 Ahora pues, ¿estáis prestos para que en oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, os postréis, y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo: ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?
|
èæ òÂðåÉ, ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ, åÀàÈîÀøÄéï, ìÀîÇìÀëÌÈà: ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø--ìÈà-çÇùÑÀçÄéï àÂðÇçÀðÈà òÇì-ãÌÀðÈä ôÌÄúÀâÈí, ìÇäÂúÈáåÌúÈêÀ.
|
16 Sadrach, Mesach, y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: no cuidamos de responderte sobre este negocio.
|
éæ äÅï àÄéúÇé, àÁìÈäÇðÈà ãÌÄé-àÂðÇçÀðÈà ôÈìÀçÄéï--éÈëÄì, ìÀùÑÅéæÈáåÌúÇðÈà: îÄï-àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà åÌîÄï-éÀãÈêÀ îÇìÀëÌÈà, éÀùÑÅéæÄá.
|
17 He aquí nuestro Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.
|
éç åÀäÅï ìÈà, éÀãÄéòÇ ìÆäÁåÅà-ìÈêÀ îÇìÀëÌÈà; ãÌÄé ìàìäéê (ìÅàìÈäÈêÀ), ìÈà-àéúéðà (àÄéúÇðÈà) ôÈìÀçÄéï, åÌìÀöÆìÆí ãÌÇäÂáÈà ãÌÄé äÂ÷ÅéîÀúÌÈ, ìÈà ðÄñÀâÌËã. {ñ}
|
18 Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.
|
éè áÌÅàãÇéÄï ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø äÄúÀîÀìÄé çÁîÈà, åÌöÀìÅí àÇðÀôÌåÉäÄé àùúðå (àÆùÑÀúÌÇðÌÄé), òÇì-ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ, åÇòÂáÅã ðÀâåÉ; òÈðÅä åÀàÈîÇø, ìÀîÅæÅà ìÀàÇúÌåÌðÈà, çÇã-ùÑÄáÀòÈä, òÇì ãÌÄé çÂæÅä ìÀîÅæÀéÅäÌ.
|
19 Entonces Nabucodonosor fué lleno de ira, y demudóse la figura de su rostro sobre Sadrach, Mesach, y Abed-nego: así habló, y ordenó que el horno se encendiese siete veces tanto de lo que cada vez solía.
|
ë åÌìÀâËáÀøÄéï âÌÄáÌÈøÅé-çÇéÄì, ãÌÄé áÀçÇéÀìÅäÌ, àÂîÇø ìÀëÇôÌÈúÈä, ìÀùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ--ìÀîÄøÀîÅà, ìÀàÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà.
|
20 Y mandó á hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen á Sadrach, Mesach, y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.
|
ëà áÌÅàãÇéÄï âÌËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ, ëÌÀôÄúåÌ áÌÀñÇøÀáÌÈìÅéäåÉï ôèéùéäåï (ôÌÇèÌÀùÑÅéäåÉï), åÀëÇøÀáÌÀìÈúÀäåÉï, åÌìÀáËùÑÅéäåÉï; åÌøÀîÄéå, ìÀâåÉà-àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà.
|
21 Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, y sus calzas, y sus turbantes, y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.
|
ëá ëÌÈì-÷ÃáÅì ãÌÀðÈä, îÄï-ãÌÄé îÄìÌÇú îÇìÀëÌÈà îÇçÀöÀôÈä, åÀàÇúÌåÌðÈà, àÅæÅä éÇúÌÄéøÈä; âÌËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ, ãÌÄé äÇñÌÄ÷åÌ ìÀùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ, ÷ÇèÌÄì äÄîÌåÉï, ùÑÀáÄéáÈà ãÌÄé ðåÌøÈà.
|
22 Y porque la palabra del rey daba priesa, y había procurado que se encendiese mucho, la llama del fuego mató á aquellos que habían alzado á Sadrach, Mesach, y Abed-nego.
|
ëâ åÀâËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ úÌÀìÈúÌÅäåÉï, ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ--ðÀôÇìåÌ ìÀâåÉà-àÇúÌåÌï-ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà, îÀëÇôÌÀúÄéï. {ô}
|
23 Y estos tres varones, Sadrach, Mesach, y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
|
ëã àÁãÇéÄï ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà, úÌÀåÇäÌ åÀ÷Èí áÌÀäÄúÀáÌÀäÈìÈä; òÈðÅä åÀàÈîÇø ìÀäÇãÌÈáÀøåÉäÄé, äÂìÈà âËáÀøÄéï úÌÀìÈúÈä øÀîÅéðÈà ìÀâåÉà-ðåÌøÈà îÀëÇôÌÀúÄéï, òÈðÇéÄï åÀàÈîÀøÄéï ìÀîÇìÀëÌÈà, éÇöÌÄéáÈà îÇìÀëÌÈà.
|
24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantóse apriesa, y habló, y dijo á los de su consejo: ¿No echaron tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Es verdad, oh rey.
|
ëä òÈðÅä åÀàÈîÇø, äÈà-àÂðÈä çÈæÅä âÌËáÀøÄéï àÇøÀáÌÀòÈä ùÑÀøÇéÄï îÇäÀìÀëÄéï áÌÀâåÉ-ðåÌøÈà, åÇçÂáÈì, ìÈà-àÄéúÇé áÌÀäåÉï; åÀøÅåÅäÌ ãÌÄé øáéòéà (øÀáÄéòÈàÈä), ãÌÈîÅä ìÀáÇø-àÁìÈäÄéï. {ñ}
|
25 Respondió él y dijo: He aquí que yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el parecer del cuarto es semejante á hijo de los dioses.
|
ëå áÌÅàãÇéÄï ÷ÀøÅá ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø, ìÄúÀøÇò àÇúÌåÌï ðåÌøÈà éÈ÷ÄãÀúÌÈà, òÈðÅä åÀàÈîÇø ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã-ðÀâåÉ òÇáÀãåÉäÄé ãÌÄé-àÁìÈäÈà òìéà (òÄìÌÈàÈä), ôÌË÷åÌ åÆàÁúåÉ; áÌÅàãÇéÄï ðÈôÀ÷Äéï, ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ--îÄï-âÌåÉà ðåÌøÈà.
|
26 Entonces Nabucodonosor se acercó á la puerta del horno de fuego ardiendo, y habló y dijo: Sadrach, Mesach, y Abed-nego, siervos del alto Dios, salid y venid. Entonces Sadrach, Mesach, y Abed-nego, salieron de en medio del fuego.
|
ëæ åÌîÄúÀëÌÇðÌÀùÑÄéï àÂçÇùÑÀãÌÇøÀôÌÀðÇéÌÈà ñÄâÀðÇéÌÈà åÌôÇçÂåÈúÈà, åÀäÇãÌÈáÀøÅé îÇìÀëÌÈà--çÈæÇéÄï ìÀâËáÀøÇéÌÈà àÄìÌÅêÀ ãÌÄé ìÈà-ùÑÀìÅè ðåÌøÈà áÌÀâÆùÑÀîÀäåÉï åÌùÒÀòÇø øÅàùÑÀäåÉï ìÈà äÄúÀçÈøÇêÀ, åÀñÇøÀáÌÈìÅéäåÉï ìÈà ùÑÀðåÉ; åÀøÅéçÇ ðåÌø, ìÈà òÂãÈú áÌÀäåÉï.
|
27 Y juntáronse los grandes, los gobernadores, los capitanes, y los del consejo del rey, para mirar estos varones, como el fuego no se enseñoreó de sus cuerpos, ni cabello de sus cabezas fué quemado, ni sus ropas se mudaron, ni olor de fuego había pasado por ellos.
|
ëç òÈðÅä ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø åÀàÈîÇø, áÌÀøÄéêÀ àÁìÈäÂäåÉï ãÌÄé-ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ, ãÌÄé-ùÑÀìÇç îÇìÀàÂëÅäÌ åÀùÑÅéæÄá ìÀòÇáÀãåÉäÄé, ãÌÄé äÄúÀøÀçÄöåÌ òÂìåÉäÄé; åÌîÄìÌÇú îÇìÀëÌÈà, ùÑÇðÌÄéå, åÄéäÇáåÌ âùîéäåï (âÆùÑÀîÀäåÉï) ãÌÄé ìÈà-éÄôÀìÀçåÌï åÀìÈà-éÄñÀâÌÀãåÌï ìÀëÈì-àÁìÈäÌ, ìÈäÅï ìÅàìÈäÂäåÉï.
|
28 Nabucodonosor habló y dijo: Bendito el Dios de ellos, de Sadrach, Mesach, y Abed-nego, que envió su ángel, y libró sus siervos que esperaron en él, y el mandamiento del rey mudaron, y entregaron sus cuerpos antes que sirviesen ni adorasen otro dios que su Dios.
|
ëè åÌîÄðÌÄé, ùÒÄéí èÀòÅí, ãÌÄé ëÈì-òÇí àËîÌÈä åÀìÄùÌÑÈï ãÌÄé-éÅàîÇø ùìä (ùÑÈìåÌ) òÇì àÁìÈäÂäåÉï ãÌÄé-ùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉà, äÇãÌÈîÄéï éÄúÀòÂáÅã åÌáÇéÀúÅäÌ ðÀåÈìÄé éÄùÑÀúÌÇåÌÅä; ëÌÈì-÷ÃáÅì, ãÌÄé ìÈà àÄéúÇé àÁìÈäÌ àÈçÃøÈï, ãÌÄé-éÄëÌËì ìÀäÇöÌÈìÈä, ëÌÄãÀðÈä.
|
29 Por mí pues se pone decreto, que todo pueblo, nación, ó lengua, que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrach, Mesach, y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa sea puesta por muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.
|
ì áÌÅàãÇéÄï îÇìÀëÌÈà, äÇöÀìÇç ìÀùÑÇãÀøÇêÀ îÅéùÑÇêÀ åÇòÂáÅã ðÀâåÉ--áÌÄîÀãÄéðÇú áÌÈáÆì. {ô}
|
30 Entonces el rey engrandeció á Sadrach, Mesach, y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
|
ìà ðÀáåÌëÇãÀðÆöÌÇø îÇìÀëÌÈà, ìÀëÈì-òÇîÀîÇéÌÈà àËîÌÇéÌÈà åÀìÄùÌÑÈðÇéÌÈà ãÌÄé-ãàøéï (ãÈéÀøÄéï) áÌÀëÈì-àÇøÀòÈà--ùÑÀìÈîÀëåÉï éÄùÒÀâÌÅà.
ìá àÈúÇéÌÈà, åÀúÄîÀäÇéÌÈà, ãÌÄé òÂáÇã òÄîÌÄé, àÁìÈäÈà òìéà (òÄìÌÈàÈä)--ùÑÀôÇø ÷ÈãÈîÇé, ìÀäÇçÂåÈéÈä.
ìâ àÈúåÉäÄé ëÌÀîÈä øÇáÀøÀáÄéï, åÀúÄîÀäåÉäÄé ëÌÀîÈä úÇ÷ÌÄéôÄéï; îÇìÀëåÌúÅäÌ îÇìÀëåÌú òÈìÇí, åÀùÑÈìÀèÈðÅäÌ òÄí-ãÌÈø åÀãÈø.
|
|
|